A Antonio Di Benedetto
No puedo ver
los barcos en la noche,
es un llamado salvaje,
un alarido,
verlos levitar
sobre lo oscuro.
No hay cielo, ni agua,
ni sostén,
sólo el olor del río,
las luces que avanzan
mientras llaman
¿Oyes, Zama?
¿quién vendrá por ti?
¿quién vendrá por mí?
Conmociona. Hermoso!
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